La aparición de la pedagogía como movimiento histórico, como “ciencia” en si misma y su constante evolución, además de generar directamente cambios significativos en los métodos de aprendizaje, ha impulsado el reformular el papel del individuo como colectivo y del individuo con relación a su entorno.  De una educación tradicional escolástica, pasando por la educación como sistema industrializado, se ha planteado evolutivamente la humanización del agente receptor del proceso, pasando del maestro ser el centro del aprendizaje a ser este centro el niño. Las últimas tendencias en teorías de la pedagogía buscan trascender estos conceptos desarrollados desde principios del siglo pasado, poniendo al niño en contexto, en referencia al mundo y a su entorno, culminando un proceso social de apertura que desde la pedagogía tradicional se habría planteado de manera cautelar.

El entorno entendido como realidad vivida para el individuo contiene dentro de si la experiencia positiva y el reconocimiento de la naturaleza, el cual según Heike Freire, es fundamental dentro del proyecto educativo de la escuela.  Comprender que la asimilación del entorno no es solo parte de una asignatura, sino que permea todo el modelo pedagógico de una institución y que el contacto con la naturaleza debe trabajarse desde dentro del currículo como un área fundamental que puede servir de hilo conductor para todas las demás.

Nuestra propuesta pretende explorar la capacidad de la arquitectura para facilitar relaciones entre el interior y el exterior, que además de responder a una dinámica interna institucional puedan potenciar la oferta comunitaria generada por el nuevo equipamiento, “abrir la escuela al barrio y a la naturaleza circundante”.

El claustro como tipología y realidad edificada ha demostrado tener gran reverberación histórica, materializando todo tipo de instituciones y absorbiendo eficientemente diversidad de programas y actividades sociales, así mismo sirviendo de fundamento para la mejor arquitectura a lo largo de la historia.  En el caso particular, en el principio claustral yace la herencia tipológica del colegio, explicada en el legado socio-cultural y funcional que representaría el monasterio, que como lugar de ritualidad y liturgia otorgaría a la escuela la característica de educar en el ensimismamiento y en la introversión, apropiada para el monje, pero obsoleta en nuestros tiempos para el niño.

Para responder a nuestra intención básica y como punto de partida formal, elegimos como principio un sistema opuesto, abierto y continuo, que a su vez no contradiga el principio del patio como elemento organizador, pero aprovechándolo además como elemento mediador entre lo colectivo infantil y lo más público.